A la atención de la “encantadora” vecina
de arriba.
Esto va dirigido a esa entrañable y “encantadora”
vecina, que perfectamente podría ser la tuya o como tu vecino, el del segundo,
o el de un tercero o de un octavo piso, de un pueblo como este, o una ciudad de
cualquier provincia o parte del mundo. Creo que esto le va a sonar a familiar a
más de uno.
A ver si se da cuenta usted, mi
querida señorita, en el lugar dónde vive. Vamos a ver, me da a mí qué se cree
que está viviendo en mitad del campo, sin nadie en redor que le moleste, en una
bella cabaña de madera, rodeada de árboles, bonitas flores y que se deleita
todo el día con las bellas melodías de los cantos de los pajarillos.
¡Uhm! Pues me temo decirle qué no, que usted,
mi querida y adorable vecina, está viviendo en una calle céntrica en mitad del
pueblo, rodeada de unas ya más bien viejas paredes, que ni siquiera están insonorizadas,
en las que al otro lado de ellas, ya sea arriba, abajo o a los lados, viven
otras personas, que son cómo usted, bueno, como usted ya veo que no. Y que
tratan de llevar su vida, de clase trabajadora, como buenamente pueden.
A ver si se entera usted que
cualquier golpecito en el suelo o en la pared, sobre todo a las 5 de la mañana
suena como el estadillo de un volcán. Y ya no digo nada, si además le gusta a
usted pasearse de un lado al otro de la habitación sobre su sillita de ruedas,
que con esas malditas ruedas y, usted que no es menuda, ya le digo que no es
sinfonía para los oídos. Y que además de abrir esos escandalosos cajones o lo
que sea, que cada vez que los abre suenan como martillazos en el suelo, no sé
qué demonios más es lo que usted va tirando también por el suelo que pica y
repica en mi techo como el taconeo impetuoso del propio Joaquín Cortés. Y, ya
no digo nada escucharle con esos pasos rápidos y pesados en la madrugada. Con
el añadido del tirar de la cisterna, abrir grifos y tal, que aunque eso pueda
entrar en lo “normal”, no vea el escándalo que hace, suenan como cataratas a
esas horas intempestivas. No sé si se puede usted imaginar qué alegría me da
ese dulcito despertar, su “despertar-me” a la 5 de la mañana. ¡Ay! Sí, sí, qué “encantadora”
es usted mi estimada vecina.
Y ya por no mencionar su simpatía, a
la segunda vez que le avisé en persona por su agradable “despertar-me”, viendo
como sus ojos se volvían blancos, como sus pelos se ponían tiesos y como se
arrugaban sus morritos para escupir un fuego endiablado por ellos. ¡Ay, ay! Pero que afectiva es usted
mi querida vecina.
Bueno, mi querida vecina, creo que
es usted la pura reencarnación de la señorita Rottenmeier, aunque desearía
mucho más que fuese usted la de Mery Poppins, así podría volar con su paraguas por
todo el piso a la hora que quisiera y por dónde le diese la real gana, vamos, lo
que está haciendo hasta ahora, pero, con el mágico paraguas, eso sería sin
tocar los pies en el suelo. ¡Güau! Y fenomenal para usted, ya que iría mucho más
rápido para coger sus botes, cremas y
potingues, así poder maquillarse con plena tranquilidad y esmero. Claro, a no
ser que prefiera seguir haciéndolo como hasta ahora; a las cinco y pico de la
mañana haciendo el pino lateral, dando un par de piruetas, y, acabando sobre
los dos de sus pies haciendo un salto mortal hacia adelante. ¡Me digo yo! Es
que hay maneras y maneras. Cada uno se
maquilla como quiere, ¿no? Faltaría más.
Y eso que durante el día ya ostenta
el piso entero un magnífico repertorio de golpes, ejecutados con excelente finura;
golpes en Re Menor, y en crescendo a carreras de pim-pam-pum en Do Mayor, que
ya no sé si se trata de un refinado músico-compositor o del mismo Usain Bolt
haciendo sus primeros pinitos con una pelota de fútbol a lo largo del pasillo.
Son una orquesta exquisita. Y aquí un servidor, que cuando sin querer se le cae
algo al suelo de repente se sobresalta por si está molestando a los vecinos, en
especial a ellos, a sabiendas que hay quienes siempre trabaja en turnos de
noche. Y qué sí, que algunas veces les le enseñado un poco los dientes, con un poco
de ‘chumba-chumba y tal’ a ver si cogían la indirecta de que yo también sé y
puedo hacer ruido y molestar. No obstante ese no es mi estilo. Pero parece que
no lo han pillado. ¡Cachis!
Le digo a usted, bueno, no sé muy bien por qué me dirijo a ella con tanta cortesía, total, ella es una joven grosera y maleducada. Toca decirlo claro y llano por si acaso tampoco pilla esta ironía de ‘carta queja pública’, y, se cree que le estoy alabando y, encima, es capaz de venirse arriba. ¡Joer! Lo que me faltaba. Entonces te voy a decir qué si no se me respeta, utilizaré todas las herramientas legales que tenga a mi alcance para que se me respete. Qué las hay. Normas y leyes tanto locales como estatales sobre los ‘Ruidos’. Aparte de órganos como los Administradores de Fincas, Ayuntamientos, abogados y Mossos d’Esquadra. Porque esto no va de lenguas ni de nacionalidades ni de religiones ni de colores de piel. Esto va de personas, puesto que ya sabemos que aquí en esta tierra puede haber gente muy garrula, qué las hay. De igual manera, sabemos que los de allí de otras tierras, pueden haber personas muy majas, qué también ya sabemos que las hay, o sea, tal como ocurre en el resto del mundo mundial. Y a ver si de una vez vas aprendiendo sobre civismo, qué no estás viviendo sola en mitad del desierto, estás viviendo en un bloque de pisos, en la calle Lluis Carulla, en sociedad, ¿Capichi? Espero que alguien te intuya, te informe y te despierte, no como me despiertas tú a mí, sino que te despierte de una manera armoniosa hacia la convivencia y a la educación, qué buena falta te hace. Así que señora y señores, aquí nos incluimos todos, a ver si hacemos entre todos una sociedad un poco más cívica, respetuosa y humana, puesto que todos estamos en el mismo barco. He dicho. José Ángel Castro Nogales 🙋♂️
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