Subida al mítico pico Veleta, de 3395 msnm. Ruta de 16,2 kilómetros con 1023 metros de desnivel positivo.
![]() |
Cima del pico Veleta de 3395 msnm. |
“El clásico de clásicos”
De nuevo aparco el coche en La Hoya de
la Mora con las primeras luces del día. Me acompañan unos cuantos coches con
sus respectivos acompañantes, pero no son demasiados. Me acabo de cambiar en el
maletero del coche. Embucho mi mochila con todo lo que creo que voy a
necesitar, ya sea comida, bebida o material de senderismo. Enciendo el GPS,
activo la ruta a seguir y comienzo a subir las primeras pendientes de la
montaña acompañado de un nutrido grupito, o mejor dicho, de varios grupitos de
senderistas desconocidos.
Bueno, bueno, ésta vez parece que no va
a ser una “excéntrica aventura”, o al menos eso creo, ya que desde el mismo
parquin de la Hoya de la Mora veo, perfectamente, el pico Veleta, con su
peculiar característica forma de vela, es decir: una imponente joroba para
acabar de formar su pico y con un imponente tajo vertical a sus espaldas. Dicen
que se divisa justo por detrás de la misma Alhambra de Granada.
Entonces me dedico a seguir a los
numerosos senderistas que me preceden. Llego y paso el archiconocido monumento
de La Virgen de las Nieves. Vuelvo a descender una ‘miajilla’ para cruzar de
nuevo la carretera y eso que le echo un vistazo al GPS para confirmar de que
voy en “track”. ¡Vaya! Pues justamente en ese tramo me desvía hacia la derecha.
Me paro. Alzo la vista al frente. Observo que los senderistas, en varios
grupetes, continúan ascendiendo derechos, montaña arriba por los senderos.
¡Uhm! Pues justamente a mi derecha tengo
la carretera. Miro hacia un lado del asfalto y detecto un sendero, qué a juzgar
por el color de la tierra, un marroncito muy suave, no parece demasiado
transitado. Un pequeño runruneo desconfiado me empieza a revolotear por la
mente: “¡Ya estamos otra vez…! ¡A ver si….! ¡Ya verás, ya…!” Decido pararlo.
Por qué, ¡hey! ¿A qué he venido yo aquí? ¡Venga, parriba!
Tengo un ojo puesto en el GPS y el otro
ojo en la carretera, ya que me voy confirmando a medida que voy ascendiendo
que, en efecto, el sendero por adónde voy, y, que va paralelo a la carretera,
no es el bueno. El “track” bueno de la ruta es la carretera en sí. Me detengo.
Hago un “zoom” en la pantalla del GPS y observo que unos metros más arriba el
camino que estoy pisando me devolverá al asfalto. Así, pues, ¡qué demonios!
Tuerzo el rumbo noventa grados, desciendo haciendo unas pocas filigranas por un
margen y me integro a la carretera.
Al cabo de unos cincuenta metros y
percibiendo lo “soso” que es subir “chino-chano” por el asfalto, dudo, y busco
con la mirada al horizonte los grupos de senderistas que llevaba al frente. Por
mi ubicación, unos no los veo. Otros se han quedado bastante rezagados. Y otros
marchan por delante, si bien a no mucha distancia. En ese preciso instante, me
suena el reloj. Es hora de comer y beber. Paro. Me hidrato. Me alimento. Y
¡tachán! Me vuelvo a acordar de los grandes monstruos: Ares Descalzo, Barbara
Campos Vizoso y Jose Luis Nortes Villa. ¡Huh! Seguramente subirían corriendo
por dónde yo estaba pasando por esos mismos momentos. “¿Y si los emulo, aunque
solamente sea durante unos pocos kilómetros para tener una mera noción de lo
que sería subir al Veleta corriendo?” Me digo con cierto entusiasmo.
No voy preparado para correr. Cargo a
mis espaldas una mochila de senderismo de 20 litros y muy cargada, demasiado
cargada. Lo digo, ya que esta primavera pasada, me flagelé, literalmente, la
espalda con la mochila de “trail running”. Fue en una salidita por la montaña,
de “tranquis”, y teniendo en cuenta que salí a trotar solamente, pues no me
sujeté bien la mochila. Así pues, con el traqueteo y los saltitos, la
mochilita, erre que erre, fue haciendo su 'faenita'. Al cabo de unos 8
kilometrillos, de súbito, tuve unos picores fuertecillos en la espalda. Tuve
que parar. Al subirme la camiseta técnica, ¡uff! Por Dios, qué alivio, con el
aire fresquito que me subía por el dorso arriba. ¡Mierda! Caí entonces en los
dichosos escozores y picores causados por el picar de la mochila. No tenía
sangre, pero tenía la espalda en carne viva. La sal que contiene el sudor me
hacía rabiar. ¡Ea! Para el médico, para la dermatóloga, cremita y más cremita y
una semana larga durmiendo boca abajo. Prohibido moverse.
Así que, empecé a trotar, carretera
arriba, vigilando, sobre todo, los golpecitos de la mochila sobre mi espalda.
Ná de ná. Como que cuesta arriba, la velocidad es mínima, apenas siento unos
suaves golpecitos de la mochila.
Los primeros 500 metros fueron bastante
bien. A partir de los 600, ya empezó a acumularse cierta dificultad para
respirar. Era una sensación un tanto extraña, ya que muscularmente iba bien,
pero al verme obligado a cambiar la velocidad para ajustar la ventilación y así
poder nutrir mis músculos de oxígeno, a veces, no sabía si iba corriendo muy
lento, o, si iba andando muy rápido.
Al cabo de un par de kilómetros, parece
ser que conseguí anivelar los esfuerzos, respiración y velocidad iban de la
mano. Si bien, cualquier pequeño desnivel, como la simple curva cerrada qué ya
de por sí ostenta un pequeño cambio de altitud, se hacía casi eterna el
subirla. Eran tan sólo unos 10 metros que parecían 1000.
Se dice que la carrera “Subida al
Veleta”, de 50 kilómetros y 2700 metros de desnivel positivos, es la más dura
del mundo. Y viendo lo visto, en el pequeño, o más bien tendría que decir
ínfimo test que realicé, corroboro, que la “subida al Veleta” debe ser, por si
no lo es, la ascensión más dura del mundo.
Y al final se me acabó el asfalto.
Continué corriendo unas cuantas decenas de metros más por camino de tierra y,
de pronto, también se me acabó el camino. Miro a lo alto, y ya no tenía ni más
montaña ni camino por delante. Observo una caseta y un pilón plantado en la
cima. Y sí, pregunté a un señor, que subía por detrás de mí, para confirmar de
que el pilón era sin duda el punto geodésico del pico Veleta.
Asciendo por un senderito unos 50 o 60
metros y me encaramo en el pilón del Veleta. De nuevo la vista desde la cima
era espectacular con el pico del Mulhacén y La Alcazaba al fondo. Y el tajo
vertical de varios cientos de metros de caída libre que había a un escaso metro
del punto geodésico, era de puro vértigo y de puro miedo.
El viento soplaba con bastante fuerza
ahí arriba. No soy de postureo, pero sin duda, tengo que inmortalizar el
momento. Le digo al señor que venía detrás de mí que me tire una foto. Y el
señor, muy fiel a mis palabras, coge y me tira pues eso, 1 foto. ¡Ups! “Tire,
tire sin miedo. Qué ahora los móviles ya no llevan carrete.” Le digo sin complejos.
El buen hombre me sonríe. Y parece que volvió a tomarse con gran devoto mis
palabras, ya que empezó a tirarme fotos en un devenir digital imparable. “A
ver, ponte un poco más pallá. Ahora más pacá. A ver si pillo el Mulhacén y La
Alcazaba… A ver, un poco más paquí…”Me insiste el señor. Yo además de estar
bastante asustado, por no decir “cagao”, puesto que el viento me empujaba con
fuerza hacia el precipicio que tenía justo detrás de mí, y estaba haciendo
infinidad de pericias y filigranas agarrándome con fuerza al pilón con las
manos, que ya se me estaban congelando, pues el sensor de temperatura de dijo
que estábamos a 2 grados, y a eso hay que sumarle la sensación de frío por el
viento, le tuve que decir al buen señor que ya estaba bien, que ya habían
bastantes fotos. Y me bajé del pilón con el señor continuando apuntándome con
el móvil.
Luego estuvimos hablando un poco. Me
dijo que era de Dúrcal. El pueblo justo antes de Lanjarón, que es adónde
comienzan Las Alpujarras granadinas. Me comentó que su zona es de media
montaña, me lo indicó “in situ”, señalándome unos montes puntiagudos que
veíamos desde lo alto de los 3395 metros de altura del Veleta. Su zona era
famosa por “La ruta de los puentes colgantes de Calahorra”, me informó, y qué
ya la he escuchado de otras bocas. ¡Jó! Hay tanto qué ver… Me indicó con su
brazo estirado otros puntos de la parte sur de Sierra Nevada. Luego yo le
pregunté por el “Paso de los Guías”, punto que desistí a la vuelta de mi ruta
del Mulhacén al ver su alta complejidad. “Ná. No es complicada. Lo único que
tienes que hacer es sujetarte bien a la cadena” Me dice con total naturalidad.
Claro, y es que es lo que decimos, cada uno habla por su nivel. Asimismo me
dijo que tenía pensado en hacer "La integral de Sierra Nevada", la
ruta de los 15 tres miles, de varios días de ruta, puesto que a su edad, y a su
cercanía, todavía no la había realizado.
Le digo que me voy a comer algo y ya me
voy despidiendo. La comida era una mera excusa, ya que se me estaba enfriando
el cuerpo y tenía ya la manos bastantes congeladas. “No, no os vayáis. Echarnos
antes una foto” Escucho a mis espaldas una voz proveniente de un par de
muchachos y, al girarme, veo un móvil casi en mis narices. "¡Faltaría
más!" Les digo asintiendo con la cabeza. Les echo unas fotos. El buen
señor se despide y ya desciende. Yo, por la contra, entablo conversación con
los jóvenes. Me dicen que son de Granada Capital. Uno de ellos, me comunica que
es solamente la segunda vez que sube a lo más alto de la Sierra. Entonces yo les
hablo de mi proveniencia y de mi “aventurilla” de hacía dos semanas por el
Mulhacén. ¡Vaya! Lo que decíamos, les hablo de lo complicada de la ascensión
por la cara norte del Mulhacén y del escalofriante tramo que hice por el “Vasar
del Mulhacén”, paso bien complicado, con pendiente resbaladiza y tajos y riscos
que te quitan el aliento. “Bueno, se pasa bien por el Vasar” Me dice el más
delgado de ellos. “He estado en los Picos de Europa este verano y la velocidad
media es de 1.5 km/h.” Me indica, haciendo hincapié en el lento caminar por
senderos muy técnicos, según me dijo.
¡Jopé! Yo ya estoy helado. Les mento de
que me voy a comer algo y que bajo corriendo. Me insinúa, el más delgado, que
van hasta el refugio de la Carihuela, que está justo abajo del Veleta, también
a comer. Me sonó a invitación. ¡Joder! Pero yo estoy muerto de frío. Lo que
necesito es entrar en calor. Me despido y comienzo el descenso. Me paro y me
siento en las escaleras que hay justo en la caseta que está debajo del punto
geodésico del Veleta. Hace un viento que te corta la respiración. Me veo negro
para quitarme y no perder los guantes finos volando. Y, ya me las veo moradas
para poder abrir el envoltorio de la barrita energética. Por fin rompo el
plástico de la barrita, con la ayuda de los dientes. Luego me levanto y echo a
andar montaña abajo. No puedo estar parado, y menos allí. Después de comer,
echo un trago de isotónico y otro traguito más pequeño de agua.
Voy a echar a trotar y me percato de que
se me han agotado las pilas del GPS. ¡Vaya faena el cambiar las pilas! Ya casi
no tenía tacto en las manos. Me agacho en la mitad del sendero, medio en
cuclillas y medio acurrucado para intentar guardar y retener el calor corporal
lo máximo posible. Aprovecho para comentar que, de siempre, he padecido de
mucho frío en las extremidades del cuerpo, tanto en manos como en pies, pero,
desde que también soy descalcista, ya apenas siento frío en los pies, creo que
es porque los tengo más trabajados y más fuertes, ¡yujuuuu!.
Pues a lo que iba, mientras estoy
intentando cambiar las pilas del GPS, me pasan los dos jóvenes que fotografié,
y no sé si me saludaron o no, ya que entre el fuerte sonido del viento y lo
concentrado y la lucha titánica que estaba teniendo en intentar coger y colocar
las pilas, no me percibí nada por parte de ellos.
¡Ayyyy! Por fin las coloco y cierro y
enciendo el GPS. Aprovecho para cambiar los guantes finos por los recios, por
los de nieve, y, antes de colocármelos y de echar a trotar montaña abajo
además, intento tirarme un par de “selfies” todavía cerca del precipicio del
Veleta que mira el inmenso valle sur de Sierra Nevada. Imposible. El fuerte
viento me empuja con insistencia para atrás, me quería echar a volar el móvil
y, para postre, sin sentir ya las manos. ¡Pues hala, a tomar viento! Me coloco
los recios guantes y echo ya a correr.
Ahora sí que noto el picar de la mochila
a mis espaldas. Ahora sí que noto el peso. Además, apenas he bebido, llevo las
botellas de varios líquidos casi repletas y no he tocado los “tuppers” que
llevo repletos de vegetales, frutos del bosque y frutos secos. Nada, pues habrá
que ir poco a poco. Y es que en verdad, casi que no se podía ni correr, ya que,
supongo qué por la hora que era, aquello parecía las 'Ramblas de Barcelona'
atestadas de gente. Incluso me llegué a parar a ceder el paso.
Sigo el “track” del GPS y percibo de que
cambia el recorrido de vuelta. Llego al camino, qué en mi ruta al Mulhacén, me
dio la entrada al valle de la parte norte de la sierra, adónde vi el precioso
atardecer a más de 3000 metros de altura. Giro un pelín a mi izquierda y veo un
poquitín más arriba el 'Refugio de la Carihuela' que yacía a los pies del
Veleta. Allí debe ser adónde bajaban a comer los dos jóvenes con quién
charlamos. Se veían unas cuantas personas en su entrada.
Busco el camino a seguir. ¡Caramba! Veo
una cresta. No parece dificultosa. Pero es por dónde prosigue el “track”. Antes
de aventurarme, decido preguntar a una pareja de senderistas que justo venían
por detrás de mí. El chico me dice qué no es complicado ni peligroso, qué no
hay que escalar, no obstante, me informa de que hay que agarrarse bien en un
par de pasos por las crestas. ¡Uhm! Presto atención a mis manos. Bueno, ya las
siento medio calientes. Pero voy con los guantes de nieve, qué son recios y con
muy poco tacto. No lo dudo un segundo. Deniego el recorrido del GPS. Cómo que
ya me conozco el camino hago caso omiso del aparato “conductor”. Me despido de
la pareja y echo a trotar.
Y como qué veo que los senderos van
bastantes concurridos, busco un lateral de la montaña, la de la zona de la
derecha, que parece que va mucho menos transitado.
Continuo corriendo y
saludando a algunos senderistas y “domingueros” con quien me cruzo, sin embargo
voy parando, ya que el traqueteo en la espalda no me hace ni pizca de gracia.
Voy bien de fuerzas, de ventilación y ya de temperatura corporal. Dejo pasar a
un par de "trail runners" que llego a escuchar acercarse tras de mí.
Me adelantan durante la bajada.
Ya cruzo el monumento de La Virgen de
las Nieves que me presenta al parquin de La Hoya de la Mora, que está a
reventar de coches. Al otro lado de la carretera también se ve repleta de
coches, motos y algunos autocares.
Y colorín colorado, la subida al Veleta
se ha acabado… Hasta la próxima 😀🚶♂️🗻👍
P.D.: En la foto del
pilón del Veleta, mirando de frente a la foto, se ven el pico Mulhacén que es
el más alto de la derecha. A la izquierda, cerquita de mis piernas, está el
pico de La Alcazaba, otro coloso de la sierra. Yo ascendí justo por entre medio
de los dos picos, hasta la planicie llamada La Cima de las Siete Lagunas, e
hice el ataque final por la parte más empinada, la de la derecha, hasta la cima
del Mulhacén.
Domingo 7 de octubre de 2018
Domingo 7 de octubre de 2018
Comentarios
Publicar un comentario