A
la vuelta de la esquina.
Cerré los ojos y me tiré a la esquina,
queriendo torcer esa pared,
rajarla, horadarla,
para meter el brazo hasta el hombro,
hacer aspavientos para espantar la
oscuridad,
esa qué me grita silencios a voces.
Y,
sin que se de cuenta,
sin que me oiga ni huela,
con paso silente,
cómo ladrón de guante blanco,
presentarme ante él sobre un susurro,
porque sé que habita ahí.
Así,
observarle sus formas
para pedirle perdón por la distancia,
por la mordaza,
por el antifaz,
por dejar de andar la acera a su lado,
por tenerlo olvidado en la poza de los lamentos
durante tan remoto tiempo.
Imploro volver a absorber su inocencia,
pintarme de sus colores verdaderos,
pulverizarme de su encantador bisbiseo,
unirme a sus dicharacheros abrazos que,
con su entrañable ronroneo,
me recuerda que siempre estuvo ahí,
esperándome entre telarañas de tristeza,
para ser escuchado,
sentido,
palpado de nuevo.
Voy a entretejerlo de nuevo entre mis
brazos,
y engatusarlo con la mirada.
Ya quiero qué me eche aquellos cubos de
alegría,
qué me chinche con su espontaneidad,
qué me espolvoree sus intuiciones,
qué me avasalle su mimosa brisa por la
nuca,
qué traviesamente cosquillee mis sonrisas,
y dejarle hacer la bomba en su lago de infinita
vitalidad.
Entonces,
darme la vuelta,
mirarle de frente
para hilvanarme a su mano una vez más,
qué sea por siempre jamás.
¿Cómo no pude verte en la esquina mi niñito
de dentro?
*Debemos recordarnos que tenemos seres
muy especiales e importantes dentro de nosotros a los que tenemos que prestarle
mucha atención. ¿Qué te ha contado tu niño interior hoy?
José
Ángel Castro Nogales
©
Derechos de autor reservados
14/01/2025
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